domingo, 15 de mayo de 2011

Brandy

Brandy ha muerto y siento que por primera vez he perdido algo, algo dentro de mi ha muerto también.


Siento un gran vacío y dolor, dolor de saber que alguien que fue parte de mi vida, de mis cosas pequeñas, caseras, íntimas; de mis levantares, de mis malos hábitos, de todo lo que nos hace humanos con defectos y virtudes, alguien que jamás me juzgaría, que me amaría eternamente, aun el cielo de los perros (ahora creo en esas teorías) ya no está conmigo.

Es el vacio que genera el dolor de no haberlo dado todo, es la vergüenza cuando se sabe no haber amado con la misma magnitud en la que nos amaron. Tal vez brandy no te tenía derecho a mi amor incondicional por ser un perro a pesar de que me lo prodigaba siempre, todos los días.

Le he pedido perdón por no estar a la altura de su amor, de su agradecimiento, de su comprensión; le he pedido perdón por todos los otros perros que no fui capaz de cuidar, le he pedido perdón por las veces en que me tocó con una de sus patitas y no le hice caso, le he pedido perdón porque para amar también hay que cuidar y porque a veces no lo hice, le he pedido perdón pero ahora es tarde.

Lo extraño, lo extrañaré y lo recordaré por toda mi vida pero eso no hace que mi dolor disminuya, que mi culpa se vaya; solo me hace pensar que jamás es suficiente cuando se trata de amar, de prodigar cariño a quien sabes que lo merece.

Él era mi amigo y mi amigo hoy me ha dejado.