jueves, 3 de marzo de 2011

EN BUSCA DE LA MUJER PERFECTA

Las mujeres nos exigimos ser lo que sentimos y pensamos. Pero en nuestro afán de superación parte de este deseo se convierte en una trampa que construimos sin querer. La realidad de la mujer actual puede ser realmente una nueva forma de sometimiento con nuestra libertad como daga.
Antes debíamos ser puras, bellas y pasivas, según estándares de épocas y nos revelamos contra eso. Necesitamos superar las realidades anteriores por las que sabemos sufrieron nuestras madres y abuelas. No queremos vivir como nuestras antecesoras. Por ellas debimos luchar para ser lo que creemos como realmente felices.

Buscamos como ser una nueva mujer dentro de esta vida contemporánea, ahora pensamos por ejemplo que la mujer correcta debe ser totalmente autónoma e independiente. Debemos ser más cosmopolitas, transgresoras, fuertes y por supuesto dueñas absolutas de nuestro destino. Y cuerpo.

Que pasa cuando todo esto termina siendo una norma social más de nuestros actuales y confusos tiempos. Los medios de comunicación nos bombardean con lo que se supone esperan que seamos, como antes lo hicieron los libros o pinturas con ideales románticos o místicos. La sociedad de hoy también nos exige representaciones.

Los roles femeninos han cambiado pero el peligro de caer en nuevos y actuales estereotipos siempre existe. Querer ser correctamente actual puede llevarnos a ser obsesivas para poder controlar mejor nuestras vidas. Y cuerpos. Esas manías disfrazadas de esfuerzo y profesionalismo son las que nos pueden volver a someter.

Ya a nadie se le exige ser madre, pero si ser nuestras dueñas absolutas, ser nuestras propias y nuevas progenitoras.

Ahora nos cuidamos y ejercitamos, supuestamente nos amamos y aconsejamos. Pero también nos corregimos y maltratamos, incluso nos castigamos: con apetitos voraces, dietas rigurosas e interminables rutinas aeróbicas. Sin hablar de otras torturas cosméticas.

Queremos ser adultas con cuerpos adolescentes que tenga la experiencia de una mujer anciana. Queremos todo. Todo más que a nosotras mismas.

Mucho se ha avanzado y queda mucho por andar en las luchas femeninas por nuestros derechos y contra la violencia. Pero en nuestro afán de ser cada vez mejores y libres para el resto, terminamos maniatándonos nosotras mismas.

Antes una devota rezaba, ayunaba incluso se flagelaba. Era una forma de ser más perfecta. Hoy tenemos nuevas formas de mortificar al cuerpo en busca de la preciada perfección.

Compulsiones y adicciones por la moda, consumismo, anorexia, cirugías, ejercicios exhaustivos, entre otras más, nos delatan y muestran la falla tectónica en esta construcción de la nueva mujer post- moderna. Antes los otros, hoy nosotras mismas creamos nuestras nuevas trampas con obsesiones que no habíamos contemplado.

El cotidiano se ha complicado haciendo que vivamos cada vez más pensando en la sociedad como un gran espectáculo. Somos parte de alguna forma de ello y competimos por no ser menos.

Nuestras metas son cada vez más duras y rígidas. Los medios nos tiran las nuevas reglas de cómo ser supuestamente exitosas. A veces las creemos y formamos parte de esta gran representación con nuevos roles asignados.

Debemos ser las mejores. Incluso para la incorrección hay que ser perfectas. Antes debías que ser buena, ahora no puedes ser sólo mala, tienes que ser la peor de todas.

No tenemos terror a enfrentarnos contra el mundo pero si un gran miedo a equivocarnos con la imagen que debemos proyectar. ¿Que ha sucedido?

En el fondo tenemos mucho terror de aceptar lo imperfectas que somos, tenemos mucho temor a reconocernos en nuestras debilidades que las pensamos no como tránsitos, si no como tan sólo rotundos fracasos.

El sentimiento de superación de pronto se ha traducido en obsesión, ansiedad y angustia.

Vivimos una época donde esperamos cada vez más de todo. Exigimos y nos auto exigimos. Deseamos más, aunque disfrutamos realmente menos.

Somos tan solo mujeres. No tenemos que ser ni las mejores ni las peores. Pusimos tanto esfuerzo en superarnos que olvidamos como ser felices con nosotras mismas. Quisimos ser nuestras madres pero aun seguimos siendo nuestras propias hijas.


SUSANA TORRES